Palabras clave en comunicación gastronómica hay muchas, pero estas 3 son esenciales: comer, compartir y conectar. Aunque la última es la más poderosa.
Mi reflexión de hoy tiene que ver con la fotografía gastronómica, pero también con lo emocional y el disfrute. Porque a mi modo de ver las fotografías gastronómicas también están pensadas para conectar a las personas.
Muchas veces me pregunto por el motivo del auge del fenómeno de la comida. Y aunque trabajo justamente poniendo el foco, y nunca mejor dicho, en los alimentos; sigue sorprendiéndome como «hacer una foto» se ha convertido ya en un «momento cumbre» en el ritual de sentarse a la mesa:
- Antes de comer nos lavamos las manos
- Hacemos la foto antes de hincar el diente a lo que tenemos en el plato.
- Y luego la subimos a Instagram. Sí, eso lo hacemos todos (yo también).
El ocio y el disfrute es esencial en la sociedad de hoy. Basta echar la vista atrás para que nos venga a la memoria el Pop Art, ese movimiento que surgió en el mundo del arte a finales de los años 50 y que utilizaba para sus obras elementos de la sociedad de consumo y de la vida cotidiana. ¿Quién no recuerda la sopa Campbell?
Las imágenes son representaciones de una parte de la realidad, pero no son la realidad. Y ahí están las claves del asunto cuando se trata de fotografiar alimentos.
Para mí, la fotografía gastronómica profesional es un lenguaje visual resultado de la suma de dos componentes y sus códigos: publicidad y arte.
Fotografiar alimentos tiene que ver con publicitarlos, mostrarlos para venderlos; pero también tiene que ver con una connotación y un mensaje estético concreto.
Las fotografías tienen un poder comunicativo, sugestivo y evocador bárbaro. Pero más allá de funcionar como reclamo y del poder de atracción y de persuasión que ejercen, las fotografías gastronómicas están pensadas para conectar a las personas.
Lo que me lleva a pensar que tal vez ahí esté el secreto del éxito, por un lado, de Instagram y de la corriente foodie; y también del lugar preferente que ocupa la fotografía gastronómica profesional en los departamentos de comunicación de grandes grupos de restauración y en agencias de comunicación y editoriales especializadas en el sector de la gastronomía.
Para un restaurante, en la era de la conectividad es tan importante sacar provecho de todo lo bueno que ofrece la fotografía gastronómica profesional si se integra en la estrategia de marketing y de comunicación del negocio, como beneficiarse de las fotografías que los clientes hacen y comparten en sus perfiles de Instagram.
«Yo también quiero eso»
Las fotografías que dejan los clientes en sus redes, dejan testimonio de lo bien que lo han pasado en un restaurante, son algo así como una propina digital con un mensaje que viene a decir «mira qué bien me lo he pasado comiéndome esto.» Y precisamente por eso, hay que tomarlas en cuenta y aplaudirlas.
Dicho esto, si yo tuviera un restaurante, me haría esta pregunta: ¿Si mi web y mis redes sociales muestran imágenes apetecibles, aumentaré mi clientela?
La respuesta a la pregunta está en esta frase que ya es habitual escuchar en muchos restaurantes: «Yo también quiero eso.»
O lo que es lo mismo, «yo también quiero disfrutar comiéndome eso«. Cuando el camarero, al acercarse a tomar nota, se encuentra con que el cliente le señala lo que quiere mostrándole una foto de Instagram o de la página web del propio restaurante.
Continuará…
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